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jueves, 15 de noviembre de 2012

EL MOL MOLA


Lector, has muerto y te encuentras ante cinco puertas iguales, una de las cuales conduce al paraíso de los químicos, y el resto a diversos infiernos de otras profesiones. Y cada puerta está custodiada por un guardián de la profesión correspondiente. Y tú, que obviamente quieres ir a parar al paraíso químico, sólo puedes hacer una única pregunta, la misma para todos los guardianes, para identificar cuál es el guardián químico.
Te imagino, lector, entre cielo y tierra, con aquella túnica, rodeado por nubecillas, con el frío que acostumbra a hacer en esos lugares. Y tú, pensando a toda máquina, dudando qué decir, se te acaba el tiempo y sólo tienes una opción.
¿No se te ocurre nada?
Yo opino que una buena pregunta a hacer sería la siguiente:
-   Dime lo primero que te sugiere la palabra molar. Eme, o, ele, a, erre, m-o-l-a-r, mo-lar.
El primer guardián diría rápidamente:
-    Un molar es cada uno de los dientes de los mamíferos anisodontes situados en el fondo de la cavidad bucal, que están insertados en el maxilar y la mandíbula mediante las raíces. Los pacientes suelen llamarlo muela.
No vayas por la puerta de este guardián. Irías al terrorífico infierno de los odontólogos, del que ya has probado algunas torturas en vida…
El segundo guardián respondería:
-    El Molar es un pequeño municipio de la comarca del Priorat, cerca del río Siurana, de unos 300 habitantes, con agricultura de secano. Había habido allí una mina de plomo, y hay una estación prehistórica hallstáttica. Es bien cierto que el topónimo Molar –o simplemente Mola- está muy generalizado y se refiere a montañas planas… Hay otro Molar en la provincia de Madrid…
Deja al guardián perorando, tú quieres ir al cielo y no al infierno de los eruditos locales… aunque ciertamente muchos químicos se interesan por la toponimia y la lingüística. Pero primero, vayamos al paraíso.
El tercer guardián responderá:
-    Un molar es, en el Valle del Boï, una pedriza cuando llega a la parte baja del valle, con piedras que ya no se mueven. Como verbo, molar también había significado afilar, o amolar, especialmente en el catalán occidental, como apunta Coromines...
No se callará. Este guardián te abrirá la puerta del peligroso infierno de los dialectólogos. Son aquellos que cuando te oyen hablar te paran y te dicen: <<Perdona, ¿cómo has pronunciado “Pujol”? Me ha parecido que decías algo entre “Puyol” y “Puchol”, más decantado hacia “Puyol”. Tú debes ser de Barbastro, o quizá de más allá, hacia  Lascellas, o de Ponzano tal vez. También podrías ser de Huesca. ¿Cómo dices, “maquinita” o “maquineta”?>>.
El cuarto guardián te mira de reojo y mastica:
-    Tío, molar está muy claro, ¿no? Si algo te gusta  es que mola, ¿no? Eso es molar, gustar, ser guay, debuten, chachi. Venga pasa. ¿Pasas o no pasas? ¿no pasas, tío? ¿Pero qué pasa? ¿Qué te pasa? ¿Pasas de mí? ¡Te estás pasando!
Tú, mejor que pases de él y no pases. Ya sabes adonde lleva la puerta, y qué pasaría si pasaras…
Y el último guardián te diría:
-    Molar. ¡AH!, es una palabra –un adjetivo que se suele sustantivizar- que indica, cuando va precedida de un número, la concentración en moles por litro de una disolución. Por ejemplo, si decimos que una disolución es tres molar, que se escribe 3 M, quiere decir que en un litro, además del disolvente, hay tres moles del soluto del que se trate.
Has encontrado al guardián colega, con el que tienes afinidad, con el que tienes química… Éste te llevará al paraíso de los químicos, donde podrás hablar de tus cosas.

La tortilla quemada. Claudi Mans.
Fuente: Mª Carmen García, Lourdes Rodríguez y José Manuel Plaza

 
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